“Muchas veces escuché: dedícate a otra cosa, esto no te va a dar de comer”
- Por Antonella Anzorena | En Twitter
- 11 jul 2017
- 4 Min. de lectura
Por el trabajo de mi papá, cambiábamos siempre de ciudad. Nuevos amigos, nuevas personas. Pero lo único que no cambiaba era mi imaginación al jugar con mi hermana.

En las escuela se me reían porque no sabía lo que estaban aprendiendo, eso me sacaba las ganas de leer. Pero mi mamá me enseñó que podía hacer las dos cosas a la vez, y así terminé la primaria y comencé la secundaria. No dejaba que los estudios se interfirieran en mis momentos de escritura, haciendo las dos cosas era yo, pero a veces el distraerme escribiendo o dibujando mis historias hacían que tuviera problemas con los profesores y también con mis compañeros, pero mi mejor amigo Jorge me salvaba de estos problemas.
Estaba terminando la secundaria y sabía lo que quería para mi futuro. Era ser escritora y graduarme en la Universidad de Oxford. Cuando supe que no me habían aceptado, no sabía a dónde ir. Mi papá quería que estudiara otra cosa, algo que me fuera a dar ingresos y me quedara con ellos. Él no quería que me fuera de nuestra casa ya que mi mamá estaba sufriendo una enfermedad, tenía esclerosis múltiple.
Terminé graduandome como Licenciada en lenguas extranjeras. Mi papá era el más orgulloso, pero yo no estaba del todo feliz.
Con el pasar del tiempo empecé a trabajar en diferentes oficinas, pero no era lo que quería. No me gustaba pero tenía que trabajar. Mi mamá me llamaba todos los días, la pregunta de siempre era: “¿Volviste a escribir? Yo sé que cuando sea el momento indicado lo vas a hacer”. Y tenía razón, volviendo de una entrevista de trabajo el tren tuvo una demora, mientras esperaba cerré los ojos y recordé cuando era una niña, y en ese momento se vino a mi mente la historia perfecta.
En año nuevo mi papá me llamó a la madrugada, mi mamá había fallecido. Eso hizo que dejara de escribir.
Busqué un nuevo trabajo, lo más lejos posible. Fui aceptada para ser profesora de inglés en Portugal, me tuve que mudar a un departamento, el cual compartía con dos chicas más que hacían mi estadía en un país nuevo de la mejor manera posible.
Una noche conocí a Jorge, cuando quise darme cuenta ya estaba saliendo con él, era feliz, y de a poco volvía a escribir. Una noche mis amigas me cuentan que me era infiel, decidí no creerles hasta que lo ví, pero me convenció de que me amaba, sí, lo perdoné y a todo eso acepté casarme con él.
Estuvimos separados 8 semanas por su trabajo, cuando volvió me dijo que lo habían echado. ¿Como hacía para contarle que íbamos a ser padres? Pero se lo dije, no le gustó nada y se fue enojado. Desde ese día todo cambió.
Nació Jessica, le puse ese nombre por mi escritora favorita. Jorge no estaba nunca en casa. Una noche llegó a casa pasado de copas, intentó a la fuerza que tuviéramos relaciones, me gritaba, se había puesto violento. Tomé mis cosas, a Jessica y me fui a quedarme con mis amigas. Mi matrimonio había acabado.
Volví a Londres. Tuve que ir a la oficina de seguridad social para pedir que me subsidiaran. En la entrevista la mujer de la ayuda social me preguntaba cosas muy personales. Cuando me entregó el cheque me dí cuenta que tenía que vivir con 69 libras a la semana, eso no me alcanzaba, su respuesta a ver mi expresión fue: “Tendría que haberlo pensado dos veces antes de dejar al padre”.
Encontrar un lugar en donde vivir era complicado, nadie le alquilaba a mujeres con subsidios, pero logré encontrar un departamento.
Encontrar un trabajo era imposible, si lo hacía perdía la ayuda social, necesitaba un trabajo de medio tiempo. Era complicado mantener una casa, darnos de comer a mi hija y a mí y comprar las cosas necesarias para vivir.
Un día decidí mostrarle a mi hermana todo lo que venía escribiendo ya que me preguntaba qué era lo que me estaba haciendo tan feliz, cuando le dije que tenía diferentes capítulos, no lo podía creer y menos cuando le dije que eran siete libros. Le dí el primer libro y comenzó a leerlo.
Cuando lo terminó de leer me dijo: “Esto es mágico, es increíble. ¿Porque no lo terminaste? Tenés un don que nadie lo tiene, ¿qué podes perder?”
Y así fue como continué con las historias. Aunque era complicado encontrar un tiempo para poder hacerlo. En una vidriera ví una máquina de escribir, no dude en comprarla y empecé a escribir ahí. Cuando me quise acordar ya había terminado el primer libro. Ahora el desafío era encontrar una agencia.
Recibí varias cartas de agencias que rechazaban mi libro, sentía que todo estaba perdido. Una mañana recibí una llamada, era de la agencia Lirol, para tener una reunión sobre mi libro. Cuando me junté con el jefe de la agencia lo primero que me dijo fue: “Conseguí un trabajo estable, los libros para niños no siempre dan dinero”. Luego de eso me explicó cómo iban a ser las cosas de ahora en más. Tuve que cambiar mi nombre para mandar el manuscrito a las editoriales.
La agencia trataba de que alguna editorial publicara mi libro pero no lo conseguían. Había sido rechazado 12 veces, pero no se dieron por vencidos.
Conseguí trabajo en una escuela privada dando clases, me gustaba enseñar y en los momentos libres continuaba con mi escritura. Tomandoles a los chicos un examen, me llaman de la dirección para decirme que tenía una llamada. Lo habían logrado, una editorial había comprado el libro e iba a ser publicado. Todo lo que pensé que no iba a suceder pasó, iba a ver mi libro en todas las vidrieras de librerías.
Un año después una editorial de Estados Unidos compraba los derechos del libro. Seguía sin creer lo que estaba pasando, el libro iba a ser publicado en América.
Y así pasó lo que nunca me hubiera imaginado, el libro fue un éxito y llegó a estar en la pantalla grande, mi vida había cambiado.
Y esta es mi historia, quien iba a decir que yo, Joanne Rowling, a pesar de que todos me decían que como escritora no iba a llegar a ningún lado hoy veo en todas las vidrieras mi tan amado libro: Harry Potter y la piedra filosofar.

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